Empecemos fartándonos de oricios, ricos oricios, frescos recién
cogidos de la roca mientras dejo pasar el tiempo esperando ese repunte que
tapara las sierras y bajos que tengo frente a mí.
Ese momento en que permitirá trabajar el señuelo sobre las
piedras y presentárselo a ella en el lugar preferido de caza.
En esta ocasión solo capture una de la medida justa, la cual
regreso al mar sin hacerse esperar para no dañarla.
Prometía la tarde, pero un mar que crecía por momentos me impidió
situarme en el sitio ideal y tuve que retirarme tras tragarme dos olas de
frente y ponerme pingando de arriba a bajo.
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